martes, 8 de abril de 2014

ROBOS Y ESTAFAS A ANCIANOS (I)

Desde hace unos años, estamos asistiendo con impotencia a un fenómeno delictivo muy difícil de combatir y más aún con los recortes en materia de dependencia y asistencia social. Me refiero a los malos tratos y abandono de ancianos.

Nuestros mayores se han convertido en víctimas potenciales de delincuentes profesionales e incluso de sus propios familiares. Son despojados de sus posesiones y abandonados a su suerte; y cuando los servicios sociales se hacen cargo de ellos, se descubre que meses antes tenían pisos a su nombre y dinero en cuentas bancarias.

Vamos a distinguir dos tipos de delincuentes: por un lado, estarían los familiares o allegados. En este caso sería un tipo de violencia familiar, apropiación indebida, robo... Por otro lado, estarían los sujetos ajenos al entorno del anciano, que es el caso qué más nos interesa. ¿Quiénes son estás personas y cómo logran acercarse a la víctima?


Podemos distinguir las siguientes fases:



1. Elección de la víctima.
Son personas bien vestidas y arregladas. Merodean por zonas donde suelen residir nuestros mayores. Frecuentan entidades bancarias y tiendas de productos de alimentación; y es allí donde eligen a sus víctimas. Suelen escoger a ancianos solos y con dificultades de movilidad. 

2. Primer contacto.
Estos sujetos acechan a la víctima durante varios días, sin establecer contacto. Se fijan sobre todo en los horarios del anciano, en el itinerario y en si va o no acompañado. El primer día establecen un cruce breve de palabras aparentemente casual, sin resultar pesados.

3. Acceso a la vivienda.
El anciano ya conoce al delincuente de vista y le resulta simpático, piensa simplemente que es un vecino del barrio. Para acceder a la vivienda el delincuente se suele ofrecer a llevarle la compra a casa. Ya en la vivienda hace muchas preguntas, sobre todo, para saber cuál es el nivel de vida de la víctima, cuántas personas viven en la casa y los horarios de estas personas. Lo normal es que el anciano se sienta agobiado y llame a algún familiar, entonces el delincuente pone una excusa y se marcha.


Si el anciano no desconfía, el delincuente intentará acceder a la vivienda con frecuencia para localizar los objetos de valor. Pondrá especial cuidado en dar datos falsos sobre su vida, enseñará fotos de hijos que no son suyos, mentirá sobre su lugar de procedencia, sobre su formación... 


Cuando el anciano le comenta a su familia que hay un “vecino” del barrio que le visita con frecuencia, lo normal es que sus familiares se preocupen y muestren interés por conocer a esta persona. Entonces, en el mejor de los casos, el delincuente desaparecerá ante el interés de los familiares. En muchos casos cuando interviene la familia el delincuente se ha podido llevar joyas u otros objetos de valor del domicilio, sin que el anciano los haya echado en falta hasta el momento.


El problema grave viene cuando el anciano está sólo. Cuando no tiene apenas contacto social y tiene la salud muy deteriorada, entonces está a merced del delincuente. En estos casos, se hace fundamental el servicio de teleasistencia que ofrecen los Ayuntamientos. Pero una intervención eficaz depende de que el anciano pida ayuda y denuncie a estos sujetos.

Muchos ancianos están siendo víctimas de estafas y son despojados de sus ahorros por parte de estos delincuentes. Algunos bancos están desarrollando protocolos de actuación y tienen instrucciones de llamar inmediatamente a la policía cuando se sospecha que un anciano no actúa por propia voluntad.


Últimamente he tenido conocimiento de dos casos: por un lado, el de un anciano con cáncer, Alzhéimer y Borderline (o trastorno límite de la personalidad) al que su compañera sentimental ha robado su fondo de pensiones, después de hacerle firmar un testamento que no respeta las legítimas de los hijos. Y, por otro lado, el caso de un anciano sordo que acudió a una entidad bancaria para poner todos sus ahorros a nombre de una mujer joven que le acompañaba y que no tenía parentesco con él.

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